Términos como desabastecimiento, cartilla de racionamiento, escasez etc… están en nuestra memoria histórica y sabemos qué significan.
Las amas de casa tuvieron que hacer grandes esfuerzos para poder alimentar a sus familias con lo poco que conseguían y encima a veces, hacerlo sabroso.
Una época que al iniciarse la guerra se vería marcada por el hambre y de ahí la fuerza y la ilusión de crear unos platos que pudieran, aunque brevemente, hacer brotar la ilusión en las mentes de aquellos hombres y mujeres que iban a “comer y bien”. Calamares a la romana sin calamares, tortilla de patatas sin huevos ni patatas.
En este ambiente de escasez y miseria sobrevivió como pudo un cocinero y escritor que supo retratar la situación con tan solo dos frases: el mal humor estaba de moda… aquello no era más que morir viviendo. Se llamaba Ignacio Doménech Puigcercós y con su obra COCINA DE RECURSOS (DESEO MI COMIDA), escrita durante las lacerantes carestías de 1937 y 1938 –aunque publicada en 1941– inauguró una nueva rama de la literatura culinaria que podríamos llamar “Cocina de guerra”, “Gastronomía del hambre” o “Culinaria de la optimización de los recursos en tiempos de penuria”. No era don Ignacio persona dada a la inacción sino todo lo contrario, así que enfrentó la situación con la mejor de sus cualidades, su ingenio: en todos los tiempos de miseria y de escasez, lo esencial de toda persona guisandera es saberse arreglar ingeniosamente con lo que se pueda lograr, y con ello preparar sus comidas de buen gusto para el paladar. Esta cocina miserable, propia de situaciones en las que el más ambicioso de los objetivos es la mera supervivencia, ha existido desde siempre, pero a nadie se le había ocurrido recogerla en un tratado gastronómico hasta que lo hizo Ignacio Doménech, aportando además la brillantez de su talento y la solidez de su alta cualificación profesional.”
Ignacio Doménech nació en Manresa en septiembre de 1874 y murió en 1956 en Barcelona.
Su pasión por la cocina le llevó a trabajar en restaurantes de Cataluña, Madrid, Burgos, París, Londres… En Londres trabajó a las órdenes de Escoffier que le cogió gran afecto y quiso que se quedara con él. T
Cocinaba, escribía, creo y dirigió una empresa de uniformes de cocina y vivió la guerra civil. Murió en 1956.
Fue un editor y gastrónomo autor de varios libros de gastronomía. Junto a Teodoro Bardají realizó diversos trabajos gastronómicos.
Durante su vida publicó 31 libros de cocina y dejó unas memorias que aún no han sido publicadas. Sus obras se han reeditado multitud de veces y algunos como Cocina de Recursos se siguen publicando en el s.XXI. También fue el editor de dos revistas de cocinas para profesionales “La Cocina Elegante” que se editó de 1904 a 1906 y el Gorro Blanco, que fue una revista de gran prestigio de 1906 a 1945.
“En su obra COCINA DE RECURSOS (DESEO MI COMIDA), recoge tanto las ideas que inspiraron la necesidad y el hambre a su fértil inventiva, como las que pudo recopilar visitando los locales de restauración que funcionaron en Barcelona durante los años 1937 y 1938, desde las peores tascas y fonduchas hasta los más encopetados restaurantes.
Los buñuelos con pétalos de crisantemo, plato inspirado en sus conocimientos de cocina oriental, los girasoles rebozados, los pétalos de rosa con leche y miel, el puré de vainas de guisantes que resulta incluso más sabroso que el realizado con las semillas, las ensaladas de ortigas (cinco distintas), el café de guerra hecho con algarrobas y cacahuetes, la casi mantequilla, o más de veinte formas diferentes de cocinar la carne enlatada de buey que se recibía de América, son muestras de su propio talento y del ingenio de sus conciudadanos.
Sin duda, la más célebre de las recetas recogidas en COCINA DE RECURSOS, es la tortilla sin huevos, pues una docena de huevos en la Barcelona de la guerra, llegó a alcanzar el astronómico precio de cincuenta duros.”
Ingredientes para dos raciones:
1 trozo de pan del día anterior
3 ó 4 dientes de ajo1 tomate pequeño maduro
1 cucharadita de pimentón
1/2 vasito de aceite
1/2 cebolla
2 vasos de agua
sal
Preparación:
Cortamos el pan en trozos más o menos iguales. Pelamos y cortamos los ajos en láminas y rallamos el tomate y la cebolla.
En una sartén ponemos el aceite a calentar y doramos los ajos, los sacamos y reservamos.
A continuación freímos el pan y lo reservamos también. Si vemos que el pan ha empapado todo el aceite de la sartén, añadimos un poco más y sofreímos la cebolla. Cuando esté blandita le añadimos el tomate y cuando esté todo bien sofrito, añadimos los ajos, el pimentón y los dos vasos de agua.
Dejamos hervir a fuego lento unos 10 minutos, añadimos el pan y dejamos que hierva un par de minutos.
Si no nos gusta encontrarnos los tropezones de pan, podemos meterle una batidora y hacer una sopa más diluida. En mi caso me gusta que se noten los trozos de pan.
Catina, cuánto hambre quitarían esas sopas de ajo calentitas. Por cierto, a mí me encantan y si puede ser con un huevo escalfado, mejor. Aunque al precio que se están poniendo...
ResponderEliminarEsa de arriba soy yo, Belén. No me deja poner ni mi nombre ni el blog. La tecnología me desespera.
ResponderEliminarLas sopas de ajo resucitan a un muerto (eso decía mi padre) y en esas épocas debían alimentar muchos días a familias enteras.
ResponderEliminarExcente aportación al reto
PTNTS
Glòria
La sopa de ajo es una de esas recetas que una relaciona con su abuela, pero que ahora cobra además otro sentido. Pocos ingredientes, pero sabrosos que hacían una sopa sabrosa que calentaba el estómago y permitía irse a la cama caliente. Gracias por esta receta, buenísima.
ResponderEliminarEsta es una sopa de toda la vida, en las casa humildes y en aquellos momentos resucitaba a los muertos, al igual que ahora. Besos
ResponderEliminarA mi me encantan las sopas de ajo, es verdad que cuando las hago las hago más estilo castellano, con jamón y huevo, pero me parecen deliciosas. De hecho la que he elegido yo es una variante de las sopas de ajo.
ResponderEliminarBss
Elena
Una receta buenísima, a mi padre le encantaban las sopas de ajo, yo creo que es porque mi abuela es lo único que les daba de comer (mi padre nació unos meses antes de iniciarse la guerra) quién les iba a decir que ahora es un plato que comemos por gula y que hacemos porque nos gusta. Cómo es la vida. Un beso
ResponderEliminarUna muy gran aportación, ya que está receta hecha en momentos de escasez a llegado a nuestros días, creo que casi igual a como se hacía y como la presentas. Y es que ésta sopa es así, tal cual, sencilla, simple, pero reconfortante. Genial tu aportación. Felicidades por esta gran idea!!!!!
ResponderEliminarBesos